Hagamos un poco de historia, que nunca viene mal. Más que nada por eso de la perspectiva. Cuando THE HUMAN LEAGUE se formaron, no eran como son en la actualidad (que sí, que siguen en forma, con –suspendida- actuación en la pasada edición del Primavera Sound y todo).
Ni hacían lo que ahora hacen (aunque ahora tampoco sigan sonando igual). Antes de que todo se embarulle más, comenzamos. THE HUMAN LEAGUE se formaron en Sheffield (sí, de donde Cabaret Voltaire, Clock DVA, Hula...)en 1977.
Eran cuatro: Phillip Oakey (vocalista), Adrian Wright, (no exactamente miembro, era el encargado de las proyecciones que embellecían los temas ejecutados en directo) Martyn Ware y Ian March, estos dos auténticos maestros en el arte del sintetizador (analógico, que estamos en los setenta).
Editan su primer single en 1978 auspiciados por el sello underground Fast Product (que contaban entre sus filas con Gang of Four , palabras mayores) y marchan como teloneros de nada menos que Siouxie and the Banshees .
La crítica no lo duda: los califican de deudores de la fría y maquinal belleza de Kraftwerk (que no es poco) cuando sale a escena su primer larga duración, “Reproduction” (1979). Su siguiente trabajo “Travelogue”(1980) llega a alcanzar el puesto veinte de las listas británicas. Dos álbumes tardaron en salir del grupo Martyn Ware y Ian March.
Formaron Heaven17 (nombre extraído de la novela de Anthony Burguess “ The Colckwork Orange” ) y B.E.F, donde podían dar cancha al espíritu transgresor y experimental con el que querían seguir y no podían, debido el cariz comercial que había tomando la Liga Humana en esos momentos. Oakley reclutó al bajista Ian Burden (también encargado del sintetizador) y al teclista Jo Callins.
En una discoteca de Sheffield, Oakley se encontró con Susanne Sulley y Joanne Catherall.
Ya tenían el componente femenino en el grupo y, con este, el sexteto plenamente conformado. Y ya, por fin, entramos en materia. “Dare! ”,.
Un disco que se alejaba, sin apartarse del todo, de los ritmos maquinales del industrial para añadir gotas, y cataratas, de alma pop accesible, tanto en la forma (estribillo al uso) como en el fondo (aquí ya se habla de amor, sexo y fiesta, no de máquinas y radioactividad).
Es, sin duda, un disco, sin apuntar aún sus méritos musicales que los tiene a paladas, referencial en la historia, pues acercó lo que aún dominaba la minoría elitista al pueblo.
A partir de aquí, el synthpop se asienta definitivamente (de 1981 es el “Speak And Spell” de Depeche Mode ).
Como se apuntaba antes, este es un disco que rebosa humanidad por los cuatro costados. Como por ejemplo, en el corte que abre el álbum “The Things that Dreams are Made of”: las oportunidades que nos da la vida de ver y disfrutar de las maravillas de la vida vía hedonismo puro y duro ( “Take a cruise to China or a train to a Spain/ Go round the world again and again/ Meet a girl on a boat meet a boy on a train/ And fall in love without the pain”) y de paso rendir tributo a sus ídolos ( New York, Ice Cream, TV, Travel, Good Times, Norman Wisdom, Johnny, Joey, Dee Dee, Good Times ).
De las cosas que están hechas los sueños.
Como por ejemplo en la segunda pista, "Open Your Heart" (más cerca de la opereta sci-fi que nunca), que nos dan consejos sobre lo difícil y peligroso que es aceptar un consejo ( And when it hurts you know/They love to tell you )...
Al tercer paso invocan a las masas enfebrecidas que, bajo la rigurosa vigilancia de las divas dramáticas, alzan los brazos en busca del amor vía hedonismo, vía canción perfecta: “The Sound Of The Crowd”.
Escuchen bien, detenidamente bien, el estribillo...¿se puede ser más claro de una manera tan hermosa? ( Get around town/ Get around town/ Where the people look good/ Where the music is loud? ) Qué bien debía sonar la audiencia cuando en sus oídos entrechocaban maneras de cantar como la de Oakley... Seguimos inventando...los nuevos románticos y su perpetuo dolor. Enamorados del amor, siempre con la oscuridad en el alma y el rayo de luna eternizado en difusas trazas melódicas.
En “Darkness” se quejan, pero sintiéndose cómodos. Tienen miedo, te arrullan con voces que simulan ser sonidos y sonidos que simulan ser voces...” In darkness/ Where my dreams are all too clear/ Darkness, darkness/ Filled with all the the sounds of fear”. Un, dos, un, dos, un, dos, “Do or die”, su particular himno militar (ya saben todo lo que rodea al movimiento synth-gótico, para qué dar más detalles), con esa estridencia histriónica en el cantar, y el irónico redoble relampagueante... El intermedio.
Minuto y poco. Silbido destinado a nosesabedónde, procedente de nosesabequién. “Get Carter”. Así van pasando las historias de prepotencia creída, interpretadas de modo sentencioso y no poco engolado (“You´re lucky I care/ For fools like you/ You´re lucky I´m there/ To stop people doing the things/ That you know they´re dying to do”). Van pasando las historias y con ellas los segundos, con una mirada puesta en el post-punk y un, nuevamente, uso del sintetizador que sonrojarían a cualquiera (sí, cualquiera) de los grupos electro del momento. Uno de los mejores cortes del álbum, conjunción perfecta de artificiosidad bien entendida, percusión lejana y rebotante, sinte perpetuo, lloroso, evocador de pensamientos replicantes...eterna, “Seconds”. Y tras el single “Love Action (I believe in love)”, el plato fuerte.
El himno synth-pop, techno-pop, POP a secas: “Don´t You Want Me”. Que alguien levante la mano si a los cuatro segundos escasos del comienzo no la reconoce: riff de teclado, percusión reconocible, Oakley en su interpretación más celebrada (Don´t you want me baby/ Don´t you want me oOoOOOoh/).
Ni más ni menos que para contarnos el cuento más viejo del mundo...Je t´aime, moi non plus. No, ahora no te arrepientas, estos cinco años han sido estupendos...y aún te quiero, pero ahora debo vivir la vida a mi manera...creo que es lo que debo hacer...
Y no han sido cinco los años que hemos amado esta canción y, por extensión este disco insultantemente perfecto y, por extensión, el genero que prácticamente crearon, el (llámenlo como les venga en gana) synthpop.
Ni más ni menos que veintitrés años lleva a sus espaldas, quizás eclipsado por una de sus mismas partes pero que, una vez descubierto el todo, lo amas como el rosinegro quiso a los ochenta, como los maniquíes a los escaparates rotos, como los fundidos a gris, como Chris a Neil, como... ANTONIO J. BRET (julio 2004)