Un año que el ex-componente de Soft Machine dejó de andar para dedicarse a vivir en el mundo de lo étereo. Y "Rock bottom", segundo album en solitario tras "The End of an Ear",supuso la confirmación de un artista que nos regalaría con el tiempo verdaderas joyas imperecederas.
Los seis temas de este gran disco son toda una marca de identidad de autor, un compendio de jazz y rock neblinoso.
Así, el inicio de "Sea song" con su piano bostezando, atrapa a la voz del hombre que desde su invalidez traspasa con su voz los mundos tangibles para removernos el corazón.
"A last straw", se agita, y te quedas extasiado de como la utilización de las cuerdas vocales sustituyen a su trompeta, compañera inseparable, haciendo que la garganta sea siamesa del instrumento de metal, desvariando y costando decidir si lo que oímos es él o su amiga quejica.
El punto fuerto del disco lo hallamos en la tercera, "Little red riding hood hit te road", donde todo se desquicia, en una especie de free jazz sinfónico, esta vez bajo la batuta del armagedón llamado trompeta. "Alife" conspira en la oscuridad trepanando la comodidad de los primeros temas, y ejecutandose en una angustiosa acometida sónica depravada y hermosa.
No me extraña que para muchos este "Rock bottom" sea insuperable. Y eso que las ultimas obras de este elfo son para encuadrar ("Cuckooland" (2003) y "Comicopera" (2007)).
Te invito a perderte por las brumas inspiradas de este cantor estrafalario, de este nómoda que se exilió de los hombres para desde sus verdes posesiones, darnos excusas para creer en los sueños sin etiquetas.