lunes, 26 de abril de 2010

WOLFMAN JACK





WOLFMAN JACK
One of radio’s most distinctive voices, “Wolfman Jack” was born Robert Smith in Brooklyn, New York on January 21, 1938.
A longtime fan of radio, Smith first hit the airwaves as “Daddy Jules” on Newport News, Virginia station WYOU-AM. In 1962, Smith became “Big Smith” for station KCIJ/ Shreveport, Louisiana.
Here, he drew upon his love of horror movies and rock and roll to create the raspy-voiced, howling persona of “Wolfman Jack.”
In the mid 1960s, the Wolfman crossed the border to Mexico and joined the 250,000-watt powerhouse XERF-AM. Thanks to XERF and later XERB-AM, the Wolfman reached most of the southwestern United States while selling everything from coffins to inspirational literature.
In 1969, the Wolfman returned to America and KDAY/Los Angeles. The following year, he began an association with Armed Forces Radio that would last until 1986. In 1972, he moved back to his hometown and joined WNBC/New York.
For all of his fame, many of Wolfman Jack’s fans had never seen him until 1973, when he appeared in George Lucas’ hit film American Graffiti and began an eight-year stint as host of NBC-TV’s Midnight Special. “Wolfman Jack” died on July 1, 1995. "Wolfman Jack" was inducted into the Radio Hall of Fame in 1996
“American graffiti”



MCA, 1973



Texto: JUAN PUCHADES.


Si “American graffiti”, la película dirigida por George Lucas en 1973, es un título clásico de la filmografía rock, su banda sonora no le va a la zaga en cuanto a influencia, por lo menos en España, donde causó un impacto notable entre la generación que ahora ronda los cincuenta y tantos, quinceañeros por entonces, introduciendo a muchos en los orígenes del rock and roll clásico y metiéndoles en el cuerpo el veneno musical. Y se entiende, porque este doble álbum es un artefacto sin igual.

 
Pero antes de pasar al disco, convendría recordar brevemente la película, cuya acción se sitúa en la última noche del verano de 1962, antes de que un grupo de jóvenes inicie su camino a la edad adulta, unos en la Universidad y otros en la vida laboral. Una noche para no olvidar, para vivirla hasta el amanecer, algo así como la del fin de la inocencia o de los días felices. Hábilmente, el guión presenta diferentes arquetipos para que cada espectador se identifique con el que más sintonice, aunque el que más ha trascendido es el de John Milner (con cuyo nombre Loquillo titularía una canción. Pero hay más: su famoso ‘¿Dónde estabas tú en el 77?’ homenajeaba a la frase promocional con la que en Estados Unidos se comercializó la película: “Where were you in ’62?”. Ejemplos de la citada influencia), el chico duro (que en el fondo no lo es tanto) que parece estar un poco de vuelta de todo y al que nadie gana en las carreras de coches ilegales (su contrincante en la película es un joven Harrison Ford metido en la piel de un paleto engreído). Particularmente me quedo con la pizpireta Debbie Medway (interpretada por Candy Clark) y por supuesto con ese secundario de lujo (en realidad solo aparece en una escena) que es el DJ Wolfman Jack (interpretado por él mismo, pues era un conocido locutor), cuyas parrafadas en su programa nocturno van subrayando las diferentes secuencias, en uno de los mayores aciertos narrativos de una película excelente que hoy peca de levemente ingenua, aunque hay que pensar que se rodó en 1973 (a solo once años de 1962) y que Lucas era un director primerizo.



La acción recoge ese momento en el que Estados Unidos consumía música propia, con la juventud (o una parte de ella) decantada hacia el rock and roll y sus derivados pop antes de la llegada de la “british invasion” y, por supuesto, de la guerra de Vietnam (como telón de fondo a todo ello, cómo no, la habitual imaginería barroca y colorista propia del periodo, con los grandes y pesados coches del “sueño americano” como emblema principal). Por tanto, la banda sonora es un tratado de rock y de los sonidos que definieron el cambio entre las décadas de los cincuenta y los sesenta, insertando mucho doo-woop y grupos vocales pop. Hay que señalar, en todo caso, que es una banda sonora con truco, de las que avanzaron el futuro modelo comercial de muchos de estos discos vinculados a películas, pues no todas las canciones recogidas en ella suenan en el film. Lo que al oyente no le importa lo más mínimo ya que la selección es fantástica, y eso es lo que cuenta: un disco que se abre con ‘Rock around the clock’ de Bill Haley and The Comets, no puede ser un mal disco, de ninguna manera, y, por supuesto, este primerizo e inolvidable rock and roll (durante años se consideró el primero que se grabó, luego el mérito se lo ha llevado Ike Turner, pero esa es otra historia, y un tanto ociosa) te predispone a su favor.





Los temas seleccionados son inmejorables, de aquellos que pueden llevar a investigar en, por ejemplo, los siempre golosos grupos vocales, de doo-woop o no (The Crests, Frankie Lymon & The Teenagers, The Tempos, The Flamingos, The Silhouettes, The Five Satins, The Del-Vikings, The Skyliners, The Heartbeats, The Cleftones, The Spaniels o los inexcusables y sobrios The Platters, que ni practicaban rock and roll ni doo-woop pero que son esenciales en aquel periodo y de los que se incluye, ahí es nada, ‘Smoke gets in your eyes’, ‘The great pretender’ y ‘Only you’). Pero también hay gente tan sensacional, ¡y tan olvidada!, como Del Shannon (con el incandescente ‘Runaway’, un tema grandioso), Buster Brown, The Diamons (con la preciosa ‘Little darlin’), The Fleetwoods, Joey Dee & The Starlighters, los Regents (y la gloriosa ‘Barbara Anne’), The Monotones, muestras soul a cargo de Bobby Freeman, The Clovers (la deliciosa ‘Love potion nº 9′, de Leiber y Stoller) y Booker T & The M.G.’s o unas gotas de rockabilly de la mano de Buddy Knox y The Big Booper (el más olvidado de los fallecidos en el accidente de aviación en el que pereció Buddy Holly).

 
Por supuesto no falta el revolucionario Chuk Berry (con ‘Almost Grown’ y ‘Johnny B. Goode’), ni el intenso Fats Domino ni los sonidos californianos por antonomasia de los Beach Boys (‘Surfin’ safari’, ‘All summer long’), ni el elegantón Johnny Burnette (‘You’re sixteen’). Tampoco se queda fuera el inexcusable Buddy Holly (‘That’ll be the day’, ‘Maybe baby’). Una pena que de Elvis, por cuestiones de derechos, no entrara ni una muestra, pero casi mejor, porque así se evidencia con mayor claridad que más allá del rey hubo vida en el rock and roll. Incluso hay lugar para los revivalistas Flash Cadillacs & The Continental Kids, que participaron en el rodaje de la película.






La de “American graffiti” es una de las mejores bandas sonoras (o selecciones inspiradas por una película) de la historia del cine rock, a ratos incontinente, a ratos melancólica, como un perfecto guateque en dos vinilos: puedes dejarlos rodar ¡y que comience la fiesta! Un álbum que fija el sonido de un tiempo esencial en la evolución de la música popular moderna. Absolutamente imprescindible para cualquiera que alguna vez se haya sentido interesado por los primeros años del rock and roll y sus derivados o primos más o menos cercanos.