Puede que parezca exagerado, pero Into your ears es una gozosa maravilla de aquel exquisito pop de cámara, bucólico, e intimista que alumbró a finales de los 60.
Un dulce y embriagador compendio de emocionantes canciones elaboradas con una exultante sensibilidad.
Un disco hermoso, nostálgico y evocador, de factura aparentemente sencilla, pero tremendamente barroco en su armoniosa belleza, que combina con sutileza, la calidez de lo acústico con la elegancia de los arreglos orquestales, y las cuidadas armonías vocales, esculpido con suma delicadeza por uno de los más sorprendentes y olvidados trovadores de los 60, el genial Pete Dello, que aquí se descubre como el perfecto eslabón perdido entre el mejor Mcartney, del album blanco, y el Ray Davies más bucólico del Village Green.
Kinks y Beatles, dos referencias que pueden parecer atrevidas si uno aún no se ha inmiscuido en el entramado sonoro de Into Your Ears, pero que empiezan a tomar cuerpo desde el momento en que empiezan a fluir los primeros acordes de It's What You've Got, y There's Nothing That I Can Do For You.
Guitarras acústicas, cuidadas armonías vocales y melodías redondas.
Pop con tintes folkies, en estado puro, que se embellece con acertados arreglos de cuerda en temas como la saltarina I’m Gambler, o las baladas Do I Still Figure In Your Life y Taking The Heart Out Of Love, y que no duda en salpicarse de ciertos juegos psicodélicos en las misteriosas Harry The Earwig y Uptight Basil, de acercarse al vodevil en joyas como A Good Song, o de ceder todo el protagonismo a un atractivo teclado en On A Time Said Sylvie. Delicioso de principio a fin.
Aunque fue publicado en 1971 por el sello Nepentha, podríamos decir que Into Your Ears es un excelente producto de la década de los 60, elaborado con las canciones que Pete Dello compuso antes y después de abandonar en 1968 a la banda, que casi le lanza al estrellato, los excelentes The Honeybus, con los que llegó a saborear las mieles del éxito, llegando a alcanzar el puesto número 8 en las listas británicas en 1968, de la mano de la bonita I Can’t let Maggie go”, y con los que tuvo una ruptura amistosa, ya que Ray Cane, el otro miembro fundador de The Honeybus colaboró con Dello en este disco, tocando y ayudando con los arreglos, junto con Mick Green, Bob Henrit y Russ Ballard.
En su momento pasó desapercibido, pero afortunadamente ahora empieza a valorarse en su justa medida. No lo dejes escapar, es un manjar irrenunciable si te gusta el buen pop de los 60.
Pete Dello, "Into Your Ears" No es por despreciar a un grupo tan excepcional como Honeybus, pero la sensación que tengo siempre que los escucho es que muchas de sus canciones, aunque se trata de increíbles y refrescantes temas pop, no son más que aperitivos para las que me gustan de verdad, las que canta y compone Pete Dello, pequeñas maravillas, universos aparte donde brilla el genio de una sensibilidad especial.
De hecho, da la impresión de que su carrera con Honeybus fue sólo un esbozo de dónde quería llegar. No está mal reivindicarlos, pero siempre parece que la gran perjudicada es la obra maestra que Pete Dello publicó en 1971, recuperando algunas de sus canciones anteriores y juntándolas con otras. El resultado es Into Your Ears, una cita ineludible de los grandes clásicos del pop, posiblemente el disco más humano y enternecedor que se ha grabado nunca, un gigante entre gigantes y también el colofón de su autor, que nunca publicó nada más.
Me gustan mucho las palabras que Juan Vitoria, en su imprescindible Los 100 mejores discos del rock, dedica a Into Your Ears: "Es como si se encontraran en un pub un domingo ocioso Paul McCartney, Ray Davies, Kevin Ayers y algunos folkies vegetarianos, se metieran en un estudio y dieran con la fórmula mágica que sólo se dispara en contadas ocasiones". Imposible definirlo mejor.
Quintaesencia de la emoción y de la sensibilidad, Into Your Ears es un libro abierto que habla de amor, de sentimientos profundos y hermosos, y para ello se sirve de delicadas estructuras donde abundan los arreglos de cuerda, las guitarras acústicas y, por encima de todo, la privilegiada voz de Dello. Privilegiada, pero no en un sentido virtuoso, sino más bien por todo lo que transmite: tímida, honesta, humilde, que sumada a unas canciones paradisíacas consigue estremecer y encogernos de pura emoción. Intentadlo, poned la primera canción, "It's What You've Got", y comprobaréis a qué me refiero. Una tarde plácida, entre copas de té y en la campiña inglesa, comunicando un fluido de sentimientos del que no querremos salir nunca. "There's Nothing That I Can Do for You" es más Ray Davies, no podía ser de otro modo teniendo en cuenta el escenario, aunque también podría aparecer tranquilamente en el White Album de los Beatles. La emoción menos festiva rebrota en "I'm a Gambler", nos avisan esas cuerdas que vienen del neoclasicismo a las que tan aficionadas era Dello, y en "Harry The Earwig" está contando una fábula junta a la hoguera, una especie de canción infantil que se integra perfectamente en el espíritu recogido del disco.
Pero entonces emerge la mejor canción que ha escrito nunca Dello, "Do I Still Figure In Your Life", recuperada de Honeybus, una pieza maestra de los corazones rotos y doloridos, un espíritu herido por el amor que habla sin rencores, explicando con una humanidad abrumadora su melancólico, incierto tormento interior. Una de las canciones más bellas, profundas y tiernas del pop, una experiencia emocional sin parangón susurrada al oído con todo el cuidado del mundo.
Quizá por eso, la siguiente, "Uptinght Basil", es más desenfadada, ahora toca un alegre paseo por el bosque al ritmo de un estribillo de optimismo radiante, sin olvidar el entrañable detalle de una voz de criatura fantástica e inofensiva.
La elegancia de "Taking the Heart Out of Love" es inapelable, casi de mármol, sin que ello le quite ningún grado de emoción y hermosura, su estribillo es tan refinado como placentero. Y "Here Me Only" es de nuevo una brutalidad de la sencillez, un nuevo ejemplo magistral de cómo apenas unas guitarras y una voz introvertida son suficientes para hacernos soñar con mundos de cristal imperecederos, y de hecho su estribillo es como una cascada de belleza, de fantasías coloristas, de momentos felices nunca vividos.
Después llega el turno de "On A Time Said Sylvie", el mejor McCartney resucitado de sus gloriosos años del Magical Mistery Tour, una brillante joya del pop británico que establece sin concesiones a Pete Dello como claro referente.
"A Good Song" revive la atmósfera vodevilesca propia de los Kinks, sin olvidar sus característicos coros, una deliciosa canción de amistad para cantar con una jarra de cerveza en las manos.
La siguiente, "It's The Way", es un himno del folk, en el que Dello pierde un poco su apacibilidad y da paso a un inquietante mundo de ensueño, gracias también a un extravagante e infeccioso estribillo que se nos hundirá enseguida muy dentro. "Go Away" sigue apuntando alto, el disco se está acabando pero la maestría de Dello para lograr melodías cristalinas, tan llenas de honestidad, bondad y sentimientos humanos, aquí llega a perturbar, tenemos en la palma de la mano un mundo ideal construido con la suave, etérea arquitectura de la música.
Y para acabar, Dello nos propone otra joya, "Arise Sir Henry", británica como la que más, otra guinda de un pastel que rebosa de ellas, una canción adecuada para hacerse amigo de todo el mundo y ser feliz sólo por la vida que inyecta escuchar este tipo de cosas.
Genial, imprescindible, tanto como la canción añadida "Madame Chairman of The Committee", más belleza, más melancolía y, especialmente, unas cuerdas a media canción que llegan al alma, sensacionales, porque luego la melodía nos recoge de nuevo en su fascinante introspección.