sábado, 7 de noviembre de 2009

EDVARD MUNCH

EDVARD MUNCH
Pocos artistas como Munch ofrecen una relación tan estrecha entre vida y obra: los avatares personales ejercerán una influencia decisiva en la orientación de su actividad artística. Edvard Munch nace en Loten (Noruega) en 1863, hijo de un médico castrense. Cuando aún no ha cumplido los cinco años, su madre muere víctima de la tuberculosis. Se inicia de esta forma tan temprana una relación con la muerte que habría de obsesionar al pintor durante toda su vida, pues nueve años más tarde fallecería, a causa de esta misma enfermedad, su hermana Sophie, apenas dos años mayor que él. En un entorno que el artista definió como un lugar "opresivo y triste" transcurre su infancia.
París y el impresionismo
Tras permanecer un año en la Escuela Técnica de Cristianía (la capital de Noruega, que a partir de 1924 se llamará Oslo), donde había iniciado estudios de ingeniería, en 1880 toma la firme decisión de dedicarse a la pintura, y con ese propósito se inscribe en la Escuela de Dibujo de la ciudad. Los primeros años de actividad están marcados por su relación con los ambientes más radicales de Cristianía, y, en particular, con el escritor de ideas anarquistas Hans Jaeger. En su posterior evolución artística va a ser de suma importancia la visita que realiza en 1885 a París, donde tiene la ocasión de asistir ala gran exposición impresionista que ese año se celebra en la galería Durand Ruel y que exhibe, entre otras, obras de Monet, Renoir, Degas, Pissarro y Seurat. La segunda mitad de la década de los ochenta supone la aparición de algunas de las preocupaciones que luego se harán obsesión durante toda su vida y que se reflejan en obras tan importantes como las primeras versionés de Pubertad o Al día siguiente. La obra más importante de este periodo es La niña enferma, en la que evoca su experiencia personal con la muerte de su hermana, y donde ya aparece la desolada visión de la existencia que habría de marcar la mayor parte de su producción.
Munch describió así la experiencia que lo llevó a pintar esta obra: "Caminaba yo con dos amigos por la carretera, entonces se puso el sol; de repente, el cielo se volvió rojo como la sangre. me detuve, me apoyé en la valla, indeciblemente cansado. lenguas de fuego y sangre se extendían sobre el fiordo negro azulado. Mis amigos siguieron caminando, mientras yo me quedaba atrás temblando de miedo, y sentí el grito enorme, infinito, de la naturaleza".
En 1889 se produce un cambio sustancial en la obra de Munch, ya que en octubre de este año viaja a París con una beca del gobierno noruego. Tras pasar por el estudio de un pintor academicista, se instala en Saint Cloud, en las afueras de París, donde realiza obras de corte impresionista. Insatisfecho con las limitaciones que el impresionismo le impone, en el verano de 1891 va a dar un giro radical a su trabajo, en el que tiene un papel decisivo el conocimiento de la obra de artistas como Whisder, Bocklin, Gauguin y Van Gogh.
En 1892, Munch participa en la exposición de la Berliner Künstlerverein (Círculo de artistas berlineses). En un país que aún no había asimilado la experiencia impresionista, la valiente apuesta de Munch pareció poco menos que intolerable. La polémica en torno a la obra del artista noruego alcanzó tales proporciones, que la exposición acabó siendo clausurada al cabo de una semana. El rechazo suscitado por esta decisión se concretaría en la formación de un grupo de pintores que, con Max Liebermann al frente, abandoraron en señal de protesta la asociación y pasaron a llamarse -a imitación de sus colegas de Múnich- la Secesión. En cuanto a Munch, la celebridad que el suceso le otorga le permite realizar exposiciones por toda Alemania -donde fija suresidencia-, sentando las bases de una profunda influencia en el arte centroeuropeo, que se manifestará con toda su intensidad en el expresionismo de las dos primeras décadas del siglo XX.
Una obra que supone un giro radical en el arte de Munch, superada definitivamente la experiencia puntillista.
De nuevo, París va a ser el catalizador de una transformación en su obra. Su tercera estancia en la ciudad, a partir de 1895, supone el afianzamiento de la impronta de los grandes genios del posimpresionismo, especialmente de Gauguin y Émile Bernard, cuyas figuras en silueta, extremadamente simplificadas y carentes de modelado, habrían de tener su correlato en la obra de Munch. Esta tendencia decorativa coexiste con una deformación expresiva del motivo, muy en la línea de Van Gogh. Este conjunto de influencias se plasma en un importante ciclo de pinturas que Munch denominó "El friso de la 'Vida": obras como Melancolía, La enredadera roja, La 'Voz y, sobre todo, El grito, expresan, con un lenguaje nuevo, sus experiencias personales sobre el amor, la enfermedad, la muerte y la propia naturaleza. En contra de lo que su arte ensimismado pudiera sugerir, los años previos a la crisis nerviosa de 1908 son de continuos viajes, alternando largas estancias en Alemania y París, con veraneos en su casa Noruega de Argardstran, en el fiordo de Oslo. Si los temas de sos obras presentan cierta continuidad a lo largo de su vida, no ocurre otro tanto con la elección de las técnicas.
En torno al cambio de siglo, el pintor abandona los trazos sinuosos que envuelven amplias superficies de colores planos, para adoptar un modo mucho más expresionista de pinceladas anchas y muy largas, que subrayan un uso cada vez más arbitrario del color. Un cambio que se aprecia claramente en su serie de pinturas de la Habitación Verde, o en las sucesivas variaciones del tema de la asesina, y que habría de hacerse patente tras la crisis de 1908. En efecto, en otoño de ese año, los problemas nerviosos del artista, agravados por los efectos del alcoholismo, le obligan a permanecer internado ocho meses en una clínica psiquiátrica de Copenhague. Restablecido, regresa a Noruega e inicia un periodo en el que su obra muestra una nueva vitalidad. Un excelente ejemplo de ello son los paneles que decoran el Aula Magna de la Universidad de Oslo. Este optimismo es paralelo al reconocimiento general de su obra, que se concreta en la exposición del Sonderbund de Colonia en 1912 -donde se le equipara en importancia con Cézanne, Gauguin y Van Gogh- y la del año siguiente de Berlín. Munch pasará las últimas dos décadas de su vida retirado en su finca de Ekely, en las afueras de Oslo, entregado con renovada intensidad a la pintura. En enero de 1944, en una Noruega ocupada por las tropas alemanas, Edvard Munch muere como había vivido: completamente solo.