JUAN GRIS
Muchos son los artistas que han engrosado la lista de la historia del arte bajo la apelación de un pseudónimo. Juan Gris fue uno de ellos. Nacido en un Madrid ajeno a cualquier despunte vanguardista, José Victoriano González -pues este era su verdadero nombre- supo aprovechar desde muy pronto las escasas oportunidades artísticas que, para un espíritu inquieto como el suyo, la capital podía ofrecerle. Así pues, mientras estudia sin interés en la Escuela de Artes e Industrias, nace artísticamente como dibujante de espíritu modernistas en publicaciones populares de la época, en tre ellas "Blanco y Negro" y "Madrid Cómico".
París y el Cubismo
Tal vez movido por el deseo de librarse del servicio militar y gracias a la amistad del pintor Daniel Vázquez Díaz, Gris abandona Madrid en 1906 con destino a París y se instala en el estudio de su amigo. Poco tiempo después este le presenta a Pablo Picasso. Seducido por el ambiente artístico que frecuentaba el malagueño -pintores como Braque, poetas de la talla de Apollinaire y Maz Jacob y marchantes como Daniel-Henry Kahnweiler-, ocupa un estudio adyacente al de Picasso en el Bateau Lavoir, edificio construído al pie de la colina de Montmartre, mientras malvive trabajando como ilustrador.
Si bien la entrada de Gris en el mundo de la vanguardia parisina no se tradujo en una adopción automática de la pintura -sus primeros óleos datan de 1911-, el poderoso influjo del cubismo de Picasso y Braque y sus contactos con el grupo cubista de Puteaux lo orientaron rápidamente hacia la asimilación de su lenguaje pictórico. Del mismo modo, se desconoce si el acceso de Gris al cubismo motivó el enfriamiento de su amistad -sino la pugna encubierta- con su adorado Picasso, a quien había dedicado un afectuoso homenaje pictórico en su primera exposición de 1912.
En cualquier caso, los comentarios aparecidos en el libro de memorias de Fernande Olivier, primera compañera del malagueño, confirman los recelos de la pareja hacia el neófito del cubismo: "Juan Gris, sin grandes dotes, pero astuto, siguió enseguida el movimiento cubista. Estudió lo que se podría llamar los trucos del cubismo, y se sirvió de ellos con cierta inteligencia, pero sin arte".
La breve pero fulgurante aparición de los papiers collés (papeles pegados) en su producción de 1913 coincide con la adopción del cubismo sintético; también con sus vacaciones en Céret, localidad en la cual plasma paisajes de un cromatismo ajeno a la paleta cubista y realiza una vehemente defensa de sus premisas frente a otros artistas opuestos a ellas, entre ellos el escultor Manolo Hugué.
En mismo año Gertrude Stein, escritora y coleccionista de arte americana que se había instalado en París a principios de siglo, adquiere sus primeros cuadros de Gris y con ello le ofrece su amistad y ayuda económica en los momentos más difíciles; una amistad que se revelará en todos y cada uno de sus futuros testimonios literarios sobre el madrileño.
Collioure y la guerra
Durante los años de la Primera Guerra Mundial, Gris sufre un tormentoso estado de ansiedad tanto en el plano vital como en el artístico. Al poco de estallar el conflicto huye de París acompañado de su mujer, Josette, con destino al pueblo pesquero de Collioure. Allí reside unos meses y padece una verdadera persecución policial por su condición de extranjero. Sólo conserva de aquellos días el grato recuerdo de su amistad con Matisse, a quien evoca en las composiciones de ventanas que se inauguran poco después. Su pintura de estos años, inquietante y sombría, refleja fielmente su odisea biográfica: "A veces tengo la impresión de que mi forma de pintar es completamente equivocada -explica Gris epistoñarmente a su amigo y marchante Kahnweiler. No encuentro sitio en mis cuadros para ese lado sensitivo y sensual que, me parece, debería estar siempre presente".
Si bien Juan Gris desarrolla en este período sus logros más significativos, llega no obstante a plantearse el sentido del cubismo. Y lo hace tras advertir que sus antiguos camaradas han sido los primeros en abandonarlo: mientras Picasso se entrega a composiciones bucólicas vinculadas al clasicismo, Braque retornaba del frente -tras recuperarse de sus heridas- a una línea que poco se parecía a su etapa cubista.
La última década en la vida de Juan Gris coincide con los bulliciosos años veinte. En 1920 se le diagnostica una grave afección pulmonar que, con altibajos, parece ser la responsable de su muerte. Un año más tarde recibe el accidentado primer encargo del director del Ballet Ruso, Sergei Diaghilev, para el montaje del Cuadro flamenco: cuando Gris acepta emprender la tarea, recibe la noticia de que Picasso se ha adueñado maliciosamente del proyecto. Con todo, este episodio no le impediría la realización de varios montajes escénicos para la misma compañía en 1923. Pero los contínuos disgustos por la inadecuación de sus bocetos a la realidad de los decorados, así como el ambiente frívolo que rodea a Diaghiliev y a su camarilla artístico-literaria en la Costa Azul, lo alejan de futuras colaboraciones con la compañía.
Un dulce y amargo final
La cálida y alegre atmósfera mediterránea le inspira, sin embargo, toda una serie de naturalezas muertas con ventanas, donde descubre una veta amable que coincide en el tiempo con sus composiciones de melancólicos personajes. Si en el primer caso las contundentes formas cubistas son dulcificadas, hasta el punto de volcar sobre ellas una blandura que parece anticiparse a la flaccidez daliniana , en el segundo abandona conscientemente el cubismo por una tentación naturalista, de espíritu más sereno y muy del gusto de la "vuelta al orden".
Y así se desarrolla su estilo de los últimos años, vividos en un régimen casi monacal (pintura por las mañanas, reposo y dibujo por las tardes), hasta que una complicación de su afección pulmonar terminó con su vida en 1927.
Por desgracia, la muerte de Juan Gris no ocupó grandes titulares ni impulsó el reconocimiento inmediato. Aún hubo que esperar varios años para que se le considerara unánimemente como uno de los grandes maestros del cubismo.